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GRAN CANARIA

CONTINENTE EN MINIATURA



La Historia de Gran Canaria.

La anexión de Gran Canaria a la Corona de Castilla en 1483 supuso para la población aborigen un salto espectacular y traumático desde la Edad de Piedra a una sociedad ya inmersa en el Renacimiento. La visión de la política africana de los Reyes Católicos y la competencia con la corona portuguesa rival, que mantuvo apetencias en las Islas como punto de apoyo de sus expediciones hacia el Golfo de Guinea, fueron los dos factores principales que determinaron el empeño de los monarcas en la conquista de un archipiélago que enseguida, tras el descubrimiento colombino, se convertiría en un punto estratégico de las expediciones de conquista y colonización americanas.

El Establecimiento en Gran Canaria de colonos castellanos, de un importante contingente de portugueses provenientes en su mayoría de Madeira, de donde vinieron a introducir y enseñar el cultivo de la Caña de azúcar que atrajo, a su vez, a financieros y comerciantes italianos y flamencos, junto a los supervivientes aborígenes de la guerra de la conquista, caracterizó aquella primera etapa. A ella se sumaron judíos y moriscos huidos de las persecuciones peninsulares y los africanos capturados en el continente -eran frecuentes las cabalgadas- para surtir el activo mercado esclavista orientado a la explotación de las haciendas azucareras. La población primitiva fue, pues, un conjunto abigarrado, con desigual representación de los diversos grupos a los que se añadieron otros en el transcurso de los siglos en los que se acabó de conformar el pueblo canario de hoy.

La economía de la Isla se basó , hasta rebasada la primera mitad de este siglo XX, en la agricultura, si bien a partir de las transformaciones económicas del XVIII el comercio fue adquiriendo creciente importancia al calor de los puertos. La caña de azúcar, la vid, la cochinilla y el plátano y el tomate han sido los cultivos predominantes a lo largo de los últimos cinco siglos. El comercio experimentó un extraordinario impulso con el Decreto de Puertos Francos de 1852 y la generalización de la navegación de vapor y, a partir de los años 60 de este siglo, se crearon las infraestructuras del turismo que condicionan la actividad económica actual y que introdujeron profundas transformaciones demográficas, sociológicas y ecológicas.


Los Aborígenes Canarios.

Los hombres que habitaron la Isla antes de la conquista acometida por la Corona de Castilla en la segunda mitad del siglo XV procedían del cercano continente africano, y debieron alcanzar el territorio insular en diversas oleadas, enmarcadas entre los inicios del segundo milenio antes de Cristo y el siglo VIII después de Cristo. Se hallaban cultural y tecnológicamente inmersos en el Neolítico. Cultivaban la tierra, de la que obtenían cereales y legumbres entre otras cosas; pastoreaban fundamentalmente ganado caprino; aprovechaban los recursos del litoral y recolectaban frutos silvestres.

Vivían en cuevas y en casa de piedra seca; las primeras, naturales o excavadas mediante utillaje lítico, en tanto que las casas, de planta por lo común cruciforme, aparecen rehundidas respecto al terreno que las circunda. Formaban en ocasiones extensos poblados con una trama que apuntaba ya al urbanismo desarrollado, sobre todo en La Aldea, Arguineguín, Telde y Gáldar, el centro político-administrativo de la Isla, donde, sepultados bajo la ciudad actual, se hallan los vestigios del núcleo prehistórico.

 El culto religioso estaba íntimamente ligado a las actividades económicas que desarrollaban y al medio físico y ambiental en que éstas se sustentaban. Así, y en un lugar en el que la lluvia ha sido siempre recibida como maná bíblico, los antiguos canarios llevaron a cabo ritos ceremoniales con fines propiciatorios. Una muestra de éstos, aunque cristianizada y desconectada de su esencia original, se refleja en la Fiesta de la Rama, en Agaete, y en las diversas réplicas que se celebran en los pueblos del Oeste de la Isla.


La Agricultura.

La producción agrícola insular está dividida en dos sectores: uno orientado al autoabastecimiento interno y otro al mercado exterior. En total, más de 100.000 hectáreas se destinan a este fin, sobrepasando las 20.000 explotaciones censadas.

Las zonas bajas de la Isla aglutinan los cultivos de exportación. Tiene especial importancia el plátano, que se asienta principalmente en el Norte, con unas 3.000 hectáreas en explotación, mientras que una superficie similar se dedica al tomate en el Sur. Otros de reciente introducción, como las hortalizas y las plantas ornamentales, han conseguido abrirse camino en el mercado, utilizando para ello modernos sistemas de producción.

Medianías y cumbres están ocupadas por una agricultura dirigida mayoritariamente al autoabastecimiento del mercado interior. En estas áreas la capitalización de las empresas es muy exigua, por lo que siguen imperando las estructuras tradicionales.

En los últimos años se ha registrado un serio retroceso de la ocupación agrícola y, con ello, una reducción de los activos empleados, que se sitúa en la actualidad en torno al 11 por ciento de la población. Mucha mano de obra rural ha buscado mejores expectativas laborales en el sector servicios, abandonando campos de cultivo ancestrales con su consiguiente deterioro (derrumbes de paredes, pérdida de suelos por la escorrentía, etcétera), cambiando además los usos tradicionales del espacio agrario, sobre todo en las proximidades de las ciudades, donde su riqueza agrológica no sido obstáculo para que haya sido urbanizado.


La Ganadería.

Tradicionalmente, la ganadería ha tenido bastante importancia en la economía de la Isla, aunque la mayoría de las veces como aporte de ingresos complementarios. Sin embargo, hoy en día Gran Canaria cuenta con la mayor producción y la cabaña ganadera más numerosa de todo el Archipiélago. Su mantenimiento se deriva de una doble función; por una parte, proporcionar al campesino alimento y vestido y, por otra, contribuir a las labores del campo, mediante el uso de la fuerza animal para el tiro, la carga y el transporte.

La cabaña ganadera se distribuye preferentemente en las medianías y cumbres ya que, en virtud de las condiciones ambientales, el crecimiento de plantas forrajeras y pastizales es mayor. Aunque los ganados están estabulados o semiestabulados, aún pervive el pastoreo, sobre todo en aquellas tierras que carecen de interés agrícola.

Durante las últimas décadas se ha registrado un serio retroceso en la actividad ganadera, debido principalmente a la sustitución del animal de tiro por maquinaria y a la disminución de la producción de forrajes, con el consiguiente aumento de los costes y del precio final de los productos. Pero la instalación de la Central Lechera del Cabildo Insular ha permitido aumentar el censo ganadero de las cabañas bovina, ovina y caprina. Según el censo agrario de 1991, existían entonces alrededor de 18.000 cabezas de ganado bovino, unas 19.000 de ovino y 40.000 de caprino, lo que significa, con respecto al año 1982, un fuerte incremento en el número de cabezas, al menos en las dos primeras categorías. Capítulo aparte merece la avicultura, que ha experimentado un desarrollo reflejado en las cifras actuales de aves de corral, cuyo recuento asciende al millón de unidades.


Las Rocas.

Existe gran diversidad entre las rocas canarias. Atendiendo a su composición, se clasifican en básicas, intermedias o traquibasaltos y sálicas o ácidas. Las básicas o basaltos, las menos diferenciadas químicamente con respecto al magma de origen, son las más abundantes y están presentes en las series antiguas y recientes de la Isla. Se distinguen dos tipos, los basaltos olivínicos-augíticos, predominantes en las series basálticas antiguas, de colores oscuros, y los basaltos plagioclásicos, menos frecuentes. Según la temperatura de extrusión y el contenido en gases, las coladas pueden resultar más o menos viscosas, de tipo aa (escoriáceas-malpaís) o pahoehoe (de superficie lisa). Por último, los piroclastos basálticos (bombas, escorias o lapilli), que si en un principio muestran tonalidades oscuras, luego adquieren matices rojizos a causa de la oxidación y la meteorización.

Las rocas sálicas son muy dispares y corresponden a etapas finales de las erupciones. Se encuentran en cámaras magmáticas secundarias a pocos kilómetros del exterior, donde tienen tiempo suficiente para que la diferenciación del magma se produzca a temperatura y presión adecuadas. A primera vista no es posible distinguir las traquitas de las fonolitas, las dos categorías de rocas sálicas que se establecen según la presencia de minerales del grupo de los feldespatoides. Su colorido claro se debe a su alto contenido en feldespato potásico. Aparecen en pitones (Risco Blanco en San Bartolomé de Tirajana) o en forma de lajas, característica que lleva a que sean utilizadas para adornar las construcciones. También cabe citar las tobas blancas muy impermeables, que se emplean para hacer cemento.

Las rocas traquibasálticas tienen una composición intermedia entre los basaltos y las rocas ácidas. Otro grupo de rocas, las plutónicas, surge como resultado de la cristalización del magma en las chimeneas o en las cámaras superficiales. Afloran en lugares donde la erosión las deja al descubierto. Se da una gradación entre las rocas plutónicas que cristalizan totalmente a gran profundidad y las rocas volcánicas enfriadas en superficie. Esta últimas están representadas por las rocas subvolcánicas que incluyen los diques y los pitones.


Los Volcanes.

Los volcanes son elementos característicos del relieve de Gran Canaria, aunque su importancia cuantitativa es menor aquí que en otras islas del Archipiélago. Existen unos veintiséis edificios eruptivos, distribuidos principalmente por la mitad noroeste de la Isla, entre los que destacan el Pico de Bandama, La Caldera de los Pinos de Gáldar y el Pico de Gáldar.

 Se distinguen en el paisaje por su forma cónica; actúan como elementos generadores de relieve, en especial cuando aparecen asociados, dando lugar a campos y alineaciones volcánicas. Por lo general se originan a partir de una sola erupción que puede durar desde algunas horas a varios días. Durante una primera fase se construye el cono por acumulación de materiales explosivos, fragmentados por la acción de los gases, como el picón y las escorias. En la segunda, la actividad pasa a ser fundamentalmente efusiva, emitiéndose lavas de distinta viscosidad en función de su mayor o menor contenido en gases. Los factores que determinan su génesis y morgología final son de dos tipos, internos y externos. Los primeros están relacionados con los caracteres físico-químicos del magma, el tamaño y el grado de consolidación de los materiales explosivos, la existencia o no de agua subterránea o litoral, y la inclinación de la chimenea; mientras que los factores externos vienen dados por la pendiente y por la fuerza y dirección del viento. Cuando la pendiente es acusada, el derrame lávico circula por el fondo de los barrancos en dirección a la costa, recorriendo, en muchas ocasiones, varios kilómetros.

La virulencia de las erupciones el mayor cuando el magma entra en contacto con el agua. Si la interacción agua-magma es producto del contacto con el nivel acuífero, estas erupciones reciben el nombre de freatomagmáticas (volcán de Bandama); se conocen como hidromagmáticas si el agua proviene del litoral.


Los Reptiles.

Aunque las Islas cuentan con un número reducido de reptiles, su existencia no carece de importancia. Muy al contrario, su interés científico es considerable, dado el carácter endémico de la mayoría de las especies y la condición de verdaderas reliquias vivientes de algunas de ellas. Los reptiles presentes en Canarias pertenecen a las siguientes familias: Geckonidae(los perenquenes o perinqués),Lacertidae(los lagartos típicos) y Scincidae(las denominadas lisas). Existen cinco especie de perenquenes en el Archipiélago: Tarentola angustimentalis,presente en las Islas Orientales, Terentola delalandii (en Tenerife y La Palma),Tarentola boettgeri(en Gran Canaria y El Hierro), y Tarentola gomerensis, especie endémica de La Gomera. Finalmente, Hemidactylus turcius, la salamanquesa rosada, es una especie recientemente introducida. Se trata de animales nocturnos, aunque es posible verlos durante el día tomando el sol junto a las instalaciones humanas, como las paredes de las casas por las que trepan gracias a sus dedos, que actúan a modo de ventosas. Se alimentan de pequeños insectos, en especial mariposas nocturnas que acuden a las luces de las viviendas, donde se les puede observar en plena caza.

Los lacértidos o lagartos propiamente dichos, están representados en el Archipiélago por cuatro especies: Lacerta galloti, Lacerta simonyi, Lacerta atlantica y Lacerta stehlinii. De ellas, sólo las dos últimas se dan en Gran Canaria. Lacerta atlantica abunda principalmente en áreas dedicadas a cultivos. Come frutos y semillas, aunque también se encuentra en su dieta insectos, caracoles, gusanos, etcétera. Lacerta stehlinii, especie endémica de Gran Canaria, es de gran tamaño, y algunos ejemplares alcanzan los 70 centímetros. Su coloración es pardo terrosa, y se distribuye por los barrancos de casi toda la isla, preferentemente en los del sector noroeste. Se nutre de vegetales y, en menor medida, de insectos.

La última familia de reptiles del Archipiélago, los Scincidos, consta de tres especies: Chalcides occidentalis, Chalcides viridanus y Chalcides sexlineatus. Esta última es la lisa endémica de Gran Canaria, y su talla oscila entre 12 y 15 centímetros. Carnívora como las otras, es una activa depredadora.


El Pájaro Canario.

El pájaro canario (Serinus canaria), declarado por ley animal simbólico del Archipiélago, es una de las aves más abundantes y extendidas de la Islas. Vive en estado silvestre en Canarias y Madeira, y fue introducido en Azores, donde se ha aclimatado sin dificultad; sólo falta en Fuerteventura y Lanzarote. Prefiere normalmente los campos de cultivo y las orillas de los bosques, aunque también se les encuentra en el piso basal, en monteverde, los pinares o incluso en parques urbanos. Es una especie granívora, que complementa su dieta con frutos, brotes y pequeños invertebrados. Tonos amarillos, verdosos y grisáceos destacan en su plumaje.

Presenta un leve dimorfismo sexual, manifestado en la coloración amarillenta de la parte de la cabeza, la garganta, el pecho y el obispillo de los machos; el torso suele ser gris verdoso, con listas oscuras, y el área inferior del vientre y bajo las alas, blancas. Las hembras, por el contrario, muestran matices grisáceos y parduzcos en el sector superior de su cuerpo. El pecho de los machos ve acentuado su colorido amarillo durante la época de cría, hasta el punto de que es posible distinguirlo a cierta distancia. Su cola, parda y con tintes verdosos en los bordes externos, tiene una forma ligeramente ahorquillada.

Emite un canto rico y variado, y gusta de los posaderos elevados. Esto, unido a su docilidad, llevó a que fuese criado en cautividad desde el siglo XV. Su condición de ave decorativa ha dado lugar a la gran diversidad de razas domésticas que se distribuyen hoy por todo el mundo, y a una selección de caracteres que ha producido grupos de pájaros diferenciados entre sí por su color, su canto y su aspecto. Así se han conseguido, entre otros, los canarios amarillos, blancos, irlandeses, belgas, ingleses y flautas.


El Cernícalo.

El cernícalo (Falco tinnunculus canariensis) es la rapaz más abundante del Archipiélago Canario. Le caracteriza su peculiar forma de volar cuando caza, "cerniéndose" constantemente para localizar a sus presas. Los machos se reconocen con facilidad por el color azul plomizo de la cabeza y de la cola, en cuyo extremo resalta una franja ancha y oscura. Su dorso castaño-rojizo se halla moteado de negro, y las partes inferiores muestran tonalidades cremosas. La hembra, por su parte, tiene el dorso y la cola de color pardo. Se les ve con frecuencia volando o posados en postes y señales de circulación.

La dieta normal de esta especie está constituida por insectos, lagartos y, en menor medida, por micromamíferos y pájaros silvestres.

Los nidos del cernícalo suelen ubicarse en los huecos de los grandes paredones rocosos de algunos barrancos. Desde enero y febrero, la parejas empiezan a delimitar su territorio; ya en marzo, la mayoría de los nidos contienen huevos que comienzan a eclosionar en abril, mes en el que es posible encontrar en ellos pollos de corta edad. Sin embargo, según el año, si el invierno ha resultado duro, las fechas de puesta pueden adelantarse, y el apareamiento se anticipa incluso a diciembre, con lo que aparecen nidos con huevos en febrero.


La Vivienda Rural.

La vivienda tradicional, destinada a uso eminentemente agrario, presenta en Gran Canaria unas peculiaridades indudables, pues participa, en lo que respecta al hábitat troglodita, de la herencia aborigen, y de las tradiciones castellana, andaluza y portuguesa.

La casa materializa el resultado de los condicionantes geográficos e históricos, así como de las estructuras económicas y sociales de sus moradores. Por lo tanto, no se puede hablar de un modelo único, aunque confluyen muchos elementos.

Los factores climatológicos han determinado su morfología, la disposición de las habitaciones y su organización en el espacio, teniendo siempre en cuenta la topografía. El clima confiere originalidad a la casa canaria, puesto que su benignidad convierte al "patio" en protagonista; un lugar que conecta las distintas estancias, en el que se trabaja, se conversa y se descansa. El tamaño de los huecos viene también limitado por las inclemencias del tiempo, por lo que resultan más reducidos en las medianías altas y cumbres de la fachada de barlovento.

Los materiales más utilizados en la edificación son el ripio y el barro, con un revestimiento de cal en el exterior. También se emplea, aunque en menor medida, la cantería. La techumbre suele disponerse a dos aguas, ligeramente incurvada hacia afuera en los faldones inferiores, sostenida con una estructura de madera más o menos trabajada y rematada en teja árabe o francesa, contabilizándose hasta cuatro veras en la base.

No debe olvidarse la importancia de la casa-cueva, con un esquema de distribución similar al anteriormente mencionado y localizada sobre todo en las medianías y cumbres. Estas viviendas trogloditas han cumplido un papel esencial, tanto por sus cualidades técnicas como por su resistencia al deterioro.


Los Espacios Naturales Protegidos.

En la isla actúan dos categorías de protección de distinto ámbito jurídico. La primera de ellas, establecida por la Unión Europea (Directiva 1979/409/CEE), incluye cinco Zonas de Protección Especial de Aves (ZEPAS), que afectan al 10,5 por ciento (160,68 kilómetros cuadrados) del territorio insular: Ojeda-Inagua-Pajonales, Tamadaba, Ayagaures y Pilancones, Juncalillo del Sur y Macizo de Tauro. Posiblemente estos espacios se reclasificarán puesto que la Directiva Hábitats (1992/43/CEE) ha propuesto la creación de Zonas de Especial Conservación (ZEC) de interés comunitario, con las que se establecerá una red europea denominada Natura 2000. La segunda, de ámbito autonómico, se rige por la Ley 12/1987 de 19 de Junio de Declaración de Espacios Naturales de Canarias (LENAC) que afecta al 41,4 por ciento de la superficie insular, incluyendo la zonificación de las ZEPAS. Los valores que se protegen en estos espacios son de diversa índole, desde los geomorfológicos a los culturales, pasando por los botánicos, faunísticos, paisajísticos y arqueológicos.

Actualmente la LENAC se encuentra en proceso de reclasificación para adaptar estos espacios a las categorías reconocidas en la Ley estatal 4/1989. Así, el Boletín Oficial del Parlamento de Canarias, a 31 de diciembre de 1993, publica el proyecto de la nueva Ley de Espacios Naturales de Canarias para su posterior aprobación.

Espacios Protegidos

   1. Reserva Natural Integral de Inagua

   2. Reserva Natural Integral de Barranco Oscuro

   3. Reserva Natural Especial de El Brezal

   4. Reserva Natural Especial de Azuaje

   5. Reserva Natural Especial de Los Tilos de Moya

   6. Reserva Natural Especial de Los Marteles

   7. Reserva Natural Especial de Las Dunas de Maspalomas

   8. Reserva Natural Especial de Güigüí

   9. Reserva Natural de Tamadaba

  10. Reserva Natural de Pilancones

  11. Parque Rural del Roque Nublo

  12. Monumento Natural de Amagro

  13. Monumento Natural de Bandama

  14. Monumento Natural del Montañón Negro

  15. Monumento Natural del Roque de Aguayro

  16. Monumento Natural de Tauro

  17. Monumento Natural de Arinaga

  18. Monumento Natural del Bco. de Guayadeque

  19. Paisaje Protegido de La Isleta

  20. Paisaje Protegido de Doramas

  21. Paisaje Protegido de Pino Santo

  22. Paisaje Protegido de Tafira

  23. Paisaje Protegido de Las Cumbres

  24. Paisaje Protegido de Lomo Magullo

  25. Paisaje Protegido de Fataga

  26. Paisaje Protegido de La Montaña de Agüimes

  27. Sitio de Interés Científico de Jinámar

  28. Sitio de Interés Científico de Tufía

  29. Sitio de Interés Científico del Roque de Gando

  30. Sitio de Interés Científico de Juncalillo del Sur


La Laurisilva.

Se trata de un auténtico fósil viviente de la Era Terciaria, constituido por multitud de especies vegetales cuyo aspecto exuberante lo asemeja a las selvas ecuatoriales. En el pasado creció en la vertiente norte de la Isla, entre los 400 y los 1.200 metros sobre el nivel del mar, donde la incidencia de las nieblas resulta habitual, y también en sectores con microclimas caracterizados por un elevado índice de humedad ambiental. La laurisilva quedaba definida en el estrato arbóreo, por la presencia de especies de notable altura, alrededor de los 25 metros, con un denso recubrimiento y follaje siempre verde, entre las que destacaban: el laurel (Laurus azorica), que confirió su denominación al conjunto en su aceptación portuguesa (selva de laurel), el barbusano (Apollonias barbujana), el viñátigo (Persea indica) y el til (Ocotea foetens). Otras de menor talla y mayor apetencia por la sombra conformarían los estratos inferiores, pues cuando el bosque alcanzaba la madurez, las copas de los árboles se entrelazaban, y la luz solar veía obstaculizado su paso. En estas condiciones prosperaban helechos, patas de gallo (Geranium canariensis) y estrelladeras (Gesnouinia arborea).

Esta formación no resistía bien los marcados contrastes térmicos de las cumbres de Barlovento de Gran Canaria. A partir de la banda altitudinal óptima para su desarrollo, situada aproximadamente entre los 600 y los 900 metros, se resentían los elementos más sensibles a las bajas temperaturas y sobrevivían los más resistentes.

Tras la conquista de la Isla y su incorporación al modelo económico y tecnológico europeo, la laurisilva sufrió una intensa explotación que acabó con sus manifestaciones, a excepción de pequeñas áreas que subsistieron al desmantelamiento del monte. Los relictos que ocupan las superficies más amplias en la actualidad se encuentran en el Barranco de Los Tiles, Barranco de Los Propios, Barranco Oscuro, Barranco de La Virgen y en el fayal-brezal del Palmital de Guía.


La Palmera Canaria.

La palmera canaria (Phoenix canariensis) es una especie endémica de Canarias, símbolo vegetal representativo del Archipiélago, presente en todas las islas. De aspecto muy elegante y vistoso, se caracteriza por alcanzar quince o más metros de altura. Su tronco es pardo, esbelto, recto y de grosor uniforme, marcado por las cicatrices que dejan las hojas al caer, y rematado en su parte superior por una gran cantidad de hojas arqueadas de hasta 7 metros de longitud, que conforman una copa densa y esférica de un verde intenso, con matices amarillentos en ocasiones. Sus frondes se dividen en foliolos flexibles y subcoriáceos, que se convierten, en la base, en espinas de color marfil. Los frutos, llamados "támbaras" o "támaras", son más redondeados que los de la palmera datilera y al madurar adquieren un tono amarillo-anaranjado.

La distribución de la palmera canaria resulta bastante variable, aunque encuentra su óptimo desarrollo en lugares costeros y el laderas y fondos de barranco, donde las condiciones de humedad favorecen su crecimiento. En general, no sobrepasa la cota altitudinal de los 700-800 metros, aunque aparece ocasionalmente en cotas próximas a los 1.000 metros, siendo, de todas las especies del género Phoenix, la más resistente al frío.

Según las crónicas antiguas, en la Isla existían extensos bosques de palmeras, como en el caso de Tamaraceite, donde se contaban más de 20.000 ejemplares. Sin embargo, estos palmerales, localizados en zonas potencialmente cultivables, fueron talados muy pronto, y en la actualidad quedan escasos reductos de cierta importancia (Barranco de Guiniguada, Tamaraceite, Fataga y Tirajana).

Desde la época prehispánica, la palmera canaria ha sido aprovechada para usos muy variados. Las hojas más tiernas o palmitos se utilizaron como alimento para el ganado e incluso para la propia población. Sin embargo, el recurso alimenticio más conocido de la palmera ha sido el de su savia, fermentada para obtener aguardiente o cocinada para elaborar miel de palma. Igualmente fueron empleadas en la construcción de viviendas, fabricación de mochilas, cestas, sogas, esteras, redes de pesca, sombreros o escobas.


El Cardón.

El cardón (Euphorbia canariensis), símbolo vegetal de la Isla de Gran Canaria, es una planta endémica del Archipiélago, característica de las formaciones vegetales del piso basal. Las escasas precipitaciones, junto a unas temperaturas medias altas y un elevado grado de insolación, dan como resultado un arbusto cactiforme que puede alcanzar, e incluso sobrepasar, los 3 metros de altura y circunferencia.

Los tallos, cuadrados o pentagonales, muestran líneas de espinas a lo largo de sus bordes; en sus terminaciones se disponen las flores, verde-rojizas, y los frutos, unas cápsulas de color marrón o rojo. El cardón fructifica en verano, y en los días más calurosos suele oírse la explosión que produce cuando lanza su semilla. Contiene un látex tóxico, incluso corrosivo, al que el canario ha dado varias utilidades, como curar las paperas a los bueyes. En tiempos de los aborígenes fue empleado para embarbascar los charcos costeros y percas, pues los peces quedaban aturdidos, flotando en la superficie.

El cardón tuvo en el pasado una amplia distribución. Sin embargo, la influencia antropozoógena ha causado efectos muy negativos, ya que muchos de los espacios en los que se desarrollaba de forma natural fueron roturados. Por ello, sólo en las zonas más desfavorables para el cultivo se hallan sus relictos.


Presas y Estanques.

En el pasado la Isla contó con un suministro de agua procedente de numerosos manantiales y arroyos permanentes. A pesar de esta circunstancia, los recursos hídricos han ido reduciéndose con el paso de los años, por lo que el hombre ha tenido que recurrir al aprovechamiento directo de la lluvia, a la captación de aguas superficiales y a la extracción de las subterráneas. El agricultor grancanario ha adoptado dos fórmulas para hacer frente a esta escasez: cultivar en invierno para beneficiarse de las lluvias o habilitar estanques para almacenar el agua. En el Noreste destacan los estanques en cueva, realizados en un flanco de la montaña para recoger las aguas que provienen de los nacientes de almagre. También son frecuentes los de barrial, que pueden alcanzar grandes dimensiones. Donde el suelo es impermeable se construyen estanques de mampostería, que suelen ser rectangulares y rehundidos.

Gran Canaria es, quizá, la isla del Archipiélago que ofrece las condiciones más favorables para el aprovechamiento de las aguas superficiales. Por ello, en el siglo XX, con el desarrollo del cultivo de la platanera, gran consumidora de agua durante todo el año, heredades y particulares se ven en la necesidad de buscar nuevos recursos hidráulicos. En la actualidad existen 63 presas de grandes dimensiones, la mayoría localizadas en el Suroeste, con una capacidad total de 83,8 hectómetros cúbicos. Entre ellas, sobresale la presa de Soria (Mogán) con 40.288.625 metros cúbicos. En importancia le sigue la de Cueva de Las Niñas (5.180.000 metros cúbicos), la del Parralillo (4.592.000 metros cúbicos), ambas en Tejeda, la presa de Chira (4.030.000 metros cúbicos) en San Bartolomé de Tirajana y la presa de Siberio (4.000.000 metros cúbicos), en Tejeda.


Los Molinos Harineros.

Si bien los habitantes prehispánicos de Gran Canaria utilizaban diversos instrumentos manuales para producir gofio, fue a partir del siglo XV cuando se introdujeron los molinos de viento y de agua.

El establecimiento de uno u otro tipo respondía a la disponibilidad de las fuentes energéticas necesarias -eólica e hidráulica- para su puesta en funcionamiento. Así los molinos de viento se localizaban sobre todo en la fachada oriental insular y en La Aldea de San Nicolás de Tolentino, aprovechando los vientos que la azotaban la mayor parte del año. Por el contrario, los molinos hidráulicos se encuentran repartidos en su mayoría por toda la mitad noreste, recorriendo de cumbre a costa sus principales valles, pues su mayor exigencia, además de la presencia de cursos de agua, es la existencia de un desnivel topográfico que les permita obtener mayor velocidad y por tanto mayor potencia.

Esta muestra de ingeniería popular consta de tres elemento principales: un canal o acequia, el cubo y la sala del molino. El canal conduce el agua desde un naciente o manantial, salvando importantes obstáculos orográficos, hasta el cubo, estructura cónica de varios cuerpos -que puede oscilar entre los 4 y los 25 metros de altura-, donde desciende verticalmente por un conducto interior que se estrechaba en su base y cuyo desagüe o bocín incide directamente sobre las alavas del rodezno o "rueda del agua", en el cuerpo subterráneo (cueva) de la casa del molino. Se trata del lugar donde la energía acumulada en el agua se transforma en fuerza motriz. Esta rueda transmite mediante un eje o árbol el movimiento circular a las piedras de moler, entre las que se deposita el grano contenido en la tolva, recipiente de madera de forma piramidal invertida en cuya base se halla la canaleta que deposita el objeto de la molienda en el orificio central de la piedra móvil superior, que gira sobre la piedra fija inferior.

Las muestras mejor conservadas pueden observarse en el Barranco de la Virgen (Molino de la Montaña, Molino Chico, Molino del Repartimiento), en el lomo San Pedro-La Goleta, en Arucas (Molino de Enmedio), en la carretera Santa Brígida-San Mateo (Molino de Los Mireles), en Guayadeque (Molino del Medio y Molino de Arriba), en el Barranco de Tirajana (Molino de Los Cabellos) y en el Barranco de Fataga (Molino de los Cazorla).


Los Pozos de Agua.

A lo largo de la historia reciente de Canarias, una de las mayores preocupaciones del agricultor isleño y de las instituciones públicas ha sido la de aprovechar y regular el uso de las aguas superficiales. En la medida en que disminuía este recurso y aumentaba su demanda, debido al incremento de la población y al desarrollo de la agricultura de regadío, se vio la necesidad de buscar nuevas formas de captación de aguas que se complementaran con el aprovechamiento de los manantiales y los embalses. Esta situación se produjo a finales del siglo XIX y se generalizó a mediados del XX; hubo que recurrir a las captaciones subterráneas del agua infiltrada en el subsuelo y contenida en el acuífero mediante la construcción de pozos, bombeándola a la superficie gracias a potentes motores de gas-oil, primero, y eléctricos más tarde. Así, se abandonó el primitivo sistema de noria y fue posible alcanzar mayores profundidades. Actualmente, en Gran Canaria existen 2.362 pozos que producen 107 hectómetros cúbicos anuales.

El procedimiento de construcción de un pozo, así como el de extracción del agua, es muy costoso, ya que normalmente se perfora un orificio de unos tres metros de diámetro y a veces de hasta 200 metros de profundidad sobre materiales volcánicos de gran dureza. Sobre él se construye una amplia edificación para la instalación de toda la maquinaria relacionada con la extracción del agua.

El uso intensivo de estas captaciones, principalmente concentradas en el Noreste de la Isla, ha provocado un alarmante descenso del nivel freático en los últimos años, que se ha traducido en una perforación continua de los pozos existentes a la búsqueda de nuevos alumbramientos, o en el abandono de un elevado número de ellos, en el peor de los casos. Estas circunstancias han llevado a la implantación de nuevos sistemas de producción tales como la desalación de agua de mar y la depuración de aguas residuales, como alternativa a los sistemas tradicionales, lo que ha convertido a Gran Canaria en pionera en la aplicación de estas nuevas tecnologías a nivel mundial.


Los Caminos del Agua.

Finalizada la Conquista y realizados los repartimientos de tierras y aguas, se constituyeron los Heredamientos de Aguas para regular su correcto uso y aprovechamiento por los regantes. Los primeros trabajos consistieron en la canalización de las aguas superficiales que tenían su origen en los nacientes y manantiales. Para ello se recurrió a la construcción de acueductos excavados en las laderas de los barrancos.

La primera gran obra hidráulica de la Isla fue acometida a comienzos del siglo XVI. El canal de la Mina de Tejeda, como se le denominó, llevaba el agua desde el sector occidental de las cumbres hasta la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, salvando importantes obstáculos orográficos con grandes tramos en galería.

Desde entonces hasta fechas recientes, todas las obras de almacenamiento, captación, canalización y distribución de aguas han sido costeadas y realizadas por la iniciativa privada: por los "aguatenientes", como se designa a los grandes propietarios del agua, y por el campesinado, en una labor de siglos que ha caracterizado los actuales paisajes agrarios, constituyendo los grandes sistemas hidráulicos de la Isla, es decir, las vegas agrícolas. De esta manera se ha formado una compleja malla hidráulica de carácter radial, que recorre el terrazgo insular de cumbre a costa, garantizando el suministro de agua a los núcleos de población y espacios agrícolas, conformando toda una arquitectura tradicional del agua en forma de acueductos, acequias, tajeas, riegos, tomaderos, cantoneras, abrevaderos, lavaderos, galerías,etcétera, que sólo es comparable por su magnitud a la red de los antiguos caminos, a la cual está íntimamente ligada, pues en muchos casos discurren paralelamente. Actualmente la red de transporte de agua existente en la Isla se estima en más de 1.000 kilómetros de longitud.


El Lagar.

El extenso campo volcánico de Bandama, sobre el que hasta principios del siglo XIX se localizó el Monte Lentiscal, fue explotado como tierra de viñedos durante dicha centuria. Este nuevo paisaje del vino se conserva parcialmente en la actualidad. Aprovechando el auge de esta actividad durante el siglo XVIII, se construyen numerosos lagares, bodegas y toda una infraestructura agrícola al servicio de la producción del vino. Se elaboraban vino tinto y blanco seco, malvasía y diversas clases de moscatel. Destaca por su belleza el sitio denominado Siete Lagares donde se emplazan bodegas y lagares de piedra, excelentes exponentes de la tradición vitivinícola de estos lugares. El Lagar se compone de cuatro partes fundamentales: la tanqueta grande, donde se deposita la uva, la lagareta, donde se recoge el mosto, la viga y la piedra.


Las Artesanías.

La insularidad ha fomentado el desarrollo de una serie de oficios artesanos, que proporcionaron a la población un elevado nivel de autoabastecimiento de ropas y utensilios personales para el hogar, el trabajo, el ocio y hasta para el lujo. Algunos oficios tienen sus raíces en la Prehistoria y presentan características sin parangón en Europa. La cerámica tradicional, realizada a mano por las mujeres de la Atalaya de Santa Brígida, Hoya de Pineda en Gáldar o Lugarejo en Artenara, sin utilizar torno y decorada con barro rojo de "almagre", reinterpreta el amplio repertorio formal de la prehistoria para producir una tipología exclusiva. También son de tradición aborigen la cestería de junco y algunas labores de palma.

El calado procede de la potenciación, por parte de comerciantes británicos, de una técnica basada en el encaje y bordado de telas a las que se han extraído hilos. Está relacionado con las labores de "deshilo" propias de Toledo y Cáceres, pero en Canarias alcanza un mayor grado de perfección que en estos lugares. La difusión del calado se vincula a la disponibilidad estacional de la mano de obra femenina de la industria del tomate, especialmente en Ingenio, Agüimes y Tirajana, siendo éstos los centros principales.

El cuchillo ha significado un símbolo de status y seña de identidad del hombre canario del campo. No importa tanto su hoja como el precioso mango, montado con aros de cuerno, hueso y marfil, sobre los que se efectúan finas incrustaciones metálicas en una insólita labor de taracea. Los cuchillos son joyas que, al pasar de padres a hijos, transmiten algo de la esencia de la familia. Entre los pueblos de tradición cuchillera más antigua destacan Guía y Telde.

Los isleños mostraron habilidad en la construcción, y prueba de ello son las notables carpinterías de obra decoradas con labor de "picado", así como la peculiar cantería, procedente casi en exclusiva de La Goleta de Arucas.


La Gastronomía.

El conocimiento profundo de un territorio (tanto de su historia como de su paisaje) se completa con el disfrute que proporcionan sus alimentos, elaborados con sencillez, para acercarse al sabor de la tierra próxima. Sentados a la mesa redescubrimos otra dimensión de lo percibido en el camino recorrido, y profundizamos en uno de los aspectos más importantes de la cultura tradicional, aquella que vincula al hombre con los productos de la naturaleza. En Gran Canaria una buena comida ha de iniciarse, ineludiblemente, con unas papas "arrugadas" y una ración de quesos. Las primeras, aparentemente modestas, se sirven con mojo rojo o verde. Son de tamaño muy pequeño y de un tacto finísimo al paladar. Los quesos constituyen verdaderas joyas gastronómicas, y puede citarse el de Guía (con diversas variedades), suave y sabroso; el de San Mateo, un queso fresco de los de siempre; el de La Aldea, con evocaciones majoreras, o el de Valsequillo. Mejor si estos quesos se acompañan de pan con matalahúva (aromático), pan de millo, (amarillento, algo dulce y muy original) o pan bizcochado (más bravo). No olvide el imprescindible vino del monte, criado al sol de las laderas de Bandama, algo abocado, y cada vez más ligero para adaptarse al gusto de los tiempos.

Esta entrada puede seguirse de alguno de los muchos potajes que prestigian la cocina de la Isla: de garbanzos, de lentejas o, especialmente, de berros o de jaramagos, auténticos descubrimientos. A partir de ahí es posible escoger entre unas "vueltas" de Teror, con las que se apreciará la calidad de una carne finamente partida y hecha de forma muy natural, o un guiso de carne con papas al viejo estilo. Pero donde encontrará mayor diversidad será entre los pescados de gusto exquisito, muy jugosos cuando están bien preparados. Samas, brecas, chopas, burros y viejas engrandecen una mesa; a la parrilla, a la sal o simplemente fritas, acompañadas de unas papas sancochadas. Con el cherne salado se elabora el magnífico sancocho.

Un buen gastrónomo finalizará con alguno de los excelentes postres grancanarios, muchos de ellos realizados con la almendra como materia prima fundamental: el bienmesabe para los más golosos -a veces con helado-, las truchas (increíbles pastelillos de batata), el pan de almendras, el frangollo (postre espeso basado en la harina del millo), las torrijas de carnaval o las innumerables variedades de buñuelos rellenos. Para concluir, debe dejarse atrapar por la tentación de tomar una copa de ron de Arucas o la original crema de bienmesabe. El rito habrá terminado.


El Turismo.

En la segunda mitad del siglo XX, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria ya se había convertido en una estación de balneario marítimo. Tenía a su favor una infraestructura urbana de apoyo al baño masivo heredada del siglo XIX (balnearios, apartamentos de ocupación estacional, etcétera), que pronto fue reforzada por hoteles y otros alojamientos destinados, principalmente, al turismo extranjero. Contaba también con un puerto de importancia que atraía a los más lujosos cruceros de placer de la época (Queen Mary, Queen Elizabeth, Andrea Doria y otros).

Desde 1963-64, año en que Las Palmas de Gran Canaria superó la cifra de los cien mil visitantes anuales, el desarrollo del espacio turístico, en extensión, altura y densidad, se hizo más notorio y fue desplazándose hacia el "Sur".

La sustitución de la capital por el "Sur" vino determinada por varios factores, como el rechazo a la vida urbana de gran parte de la sociedad europea, la aparición de los vuelos chárter, que favorecen un "turismo de masas", y las buenas condiciones climáticas. La ocupación de las costas del Sur desde que se instalara el primer hotel en la Playa de San Agustín, para seguir luego por la Playa del Inglés, Maspalomas, Puerto Rico y Mogán, ha motivado la transformación de su litoral, que se manifiesta en la creación de playas artificiales, resguardadas por diques, como en el caso de Puerto Rico; en el desmantelamiento del acantilado que se excava para dar paso a un hotel o paseo marítimo, como en Patalavaca; o en la instalación de una plataforma que gana terreno a mar permitiendo que los conjuntos turísticos estén integrados por apartamentos y hoteles, puerto y playa, como sucede en el Puerto de Mogán. Actualmente, otra modalidad de turismo adquiere relevancia, de manera que la belleza paisajística del interior de la Isla estimula al viajero sensible respecto a la naturaleza.


El Pino Canario.

El pino canario (Pinus canariensis) es una especie frecuente en las Islas, a excepción de Fuerteventura y Lanzarote.

Se caracteriza por su longevidad, que le permite alcanzar un porte admirable, y por ser el árbol más alto de la flora canaria. Sus dimensiones oscilan entre los 20 y 30 metros de altura, y entre los 0,5 y 1 metro de diámetro, en situaciones óptimas, aunque se conocen ejemplares que superan los 50 metros de altura y los 2,5 metros de diámetro. Tiene un tronco recto y cilíndrico, pardo-rojizo en los primeros años y grisáceo en su madurez. Presenta una ramificación abundante y regular, con ramas cuya longitud decrece según se acercan a la cima, hasta conformar una copa cónica con un follaje verde claro y brillante, que se redondea y adquiere una silueta parecida a la de un parasol en los pinos adultos. Sus hojas aciculares, finas y flexibles, se agrupan de tres en tres y miden de 20 a 30 centímetros de longitud. Destacan sus inflorescencias, en especial las masculinas, de color amarillo pálido, y sus frutos, las piñas, con la típica forma piramidal.

 En Gran Canaria, este árbol constituye, por lo común, formaciones boscosas abiertas con un sotobosque escaso, y raramente se asocia a otras especies arbóreas. Los pinares más significativos de la Isla se localizan en Tamadaba y en los Montes de Ojeda, Inagua y Pajonales. Han sido explotados con diversos fines desde la Prehistoria; sin embargo, tras la llegada de los europeos, se generalizó su tala sistemática con el fin de obtener madera y leña, elaborar carbón o fabricar brea para calafatear barcos y con aplicaciones medicinales. Otros usos tradicionales han consistido en el aprovechamiento de la pinocha para empaquetar plátanos, como abono y como cama para el ganado.